
Entre un gobierno que lo hace mal y un pueblo que lo consiente, hay cierta complicidad vergonzosa.
Durante los 40 años de la democracia representativa, los protagonistas fueron los Partidos de “derecha”: Acción Democrática y Copei, jamás el país estuvo amenazado y flagelado por una agresión internacional como la que estamos viviendo hoy. Claro, el bipartidismo AD y Copei, gobernaba al país al ritmo de los intereses del coloso del norte.
Los gobiernos de Washington y todos sus países aliados contaban con Venezuela, la cual veían y siguen viéndola como la pila energética del planeta. Cuestionar al actual sistema de gobierno en Venezuela seria a todas luces incompleto, sin antes llevar a cabo una apretada revisión histórica de los aspectos que faciliten la apropiada comprensión del cómo y el porqué hemos caído en actual situación.
Estoy seguro que usted tiene muy clara la respuesta. El imperialismo norteamericano, en connotado y complotado contubernio con la ultraderecha venezolana, nunca va a dejar de hacerle la guerra a un gobierno de izquierda que gobierne a Venezuela. La guerra está declarada y en pleno desarrollo como decía Walter Martínez en su Dossier.
La agresión contra Venezuela no son conchitas de ajo. Es mucha la trapisonda y tramoyas montadas para socavar las bases del gobierno. Ahora bien, el gobierno requiere de diques de coraje y de estrategias inteligentes para contener la tormenta. Toda sociedad tiene el derecho de establecer la forma de vida y de gobierno que considere más conveniente a los fines de la realización de la vida de manera satisfactoria.
Así mismo tiene el deber de procurar que las generaciones sucesivas disfruten de las mismas o de mejores condiciones. La historia de todas las naciones nos pinta una política amoral y catastrófica, donde los intereses y las conveniencias económicas están por encima del interés colectivo. La política gira en función del dinero y no del Bien Común.
Les péndula las prebendas que da el poder político. Aquí no se trata de mantener a una persona en el poder, de lo que si se trata es que el pueblo tenga el poder. Si un gobierno de verdad trabaja en función del pueblo y ese pueblo le ve el queso a la tostada, siente los resultados; es seguro que ese pueblo, con el voto, les reivindique nuevamente en el poder.
La oposición ha de tener claro que el chavismo es una realidad política, presente y activa. Y si el pueblo les da el poder, la oposición roja rojita siempre estará ahí, a la expectativa, en línea y en batalla. No será fácil extirpar el Chavismo.
Las declaraciones del ex presidente Donald Trump, delata que los Gobiernos de los EE.UU son una falacia, un gran embuste, cuando hablan de democracia, eso de que les preocupa la situación de Venezuela, que la violación de derechos humanos; toda una falsaria, lo que persiguen es defenestrar al Presidente Maduro, complotarse con los connacionales apátridas en el exterior y montar un lacayo, un esperpento en el poder y así poder expoliar nuestros recursos.
El interés por adueñarse, o tener a su antojo nuestros recursos es su objetivo. En los últimos cien años, el dominio sobre el petróleo, determinó el control sobre lo político. El poder fue siempre de los que controlaban el petróleo, ellos marcaron las pautas al país, formaban las nuevas oligarquías y engrosaban las arcas de las oligarquías tradicionales.
La riqueza, la estupenda bonanza petrolera nunca alcanzó para las demandas sociales de la población. Se producía una anémica alternabilidad en el gobierno, pero en la petrolera siempre permanecía la continuidad meritocratica.
La neoligarquia que creció al amparo de la renta petrolera ahora viene por el corazón petrolero de la nación. Sus intereses exigen otro proyecto de país, donde no hay espacio para la revolución socialista. Ojo avizor.
Nelson Rojas: Dirije la columna PENSAR, DECIR Y HACER. Profesor, critico y columnista de la prensa escrita y digital.
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Entre un gobierno que lo hace mal y un pueblo que lo consiente, hay cierta complicidad vergonzosa.
Recalca especialmente para aquellos que inician este camino, que el profesional debe estar dispuesto a confrontar y abordar las violaciones de derechos humanos en todas sus formas. Carolina tiene un compromiso con la justicia social como fuerza impulsora, y cada vez que puede mejorar la vida de alguien a través de su trabajo.
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