Prestigio y referencia

Dalia Alonso: CINCO IDEAS CLAVE DE HORACIO

Filosofía y Religión03/10/2024 Dalia Alonso @mmelumiere

CINCO IDEAS CLAVE DE HORACIO

El poeta romano desarrolló en su obra diversas máximas que aún hoy nos pueden servir para afrontar nuestro día a día

horacio

De todas las voces que nos legó la Antigüedad clásica, la de Quinto Horacio Flaco, conocido a secas como Horacio, es una de las más profundas y reflexivas. Este poeta romano dejó formulada su filosofía de vida en sus diferentes obras, con una caladura poética tan potente que aún hoy la conocemos incluso si no lo hemos leído. Las Odas, los Epodos, las Sátiras y su Arte poética son textos de enorme trascendencia en la historia de la literatura, hasta el punto de que algunas de sus expresiones se popularizaron como tópicos latinos y se convirtieron en material popular.

Quizá la máxima de Horacio más conocida es el carpe diem, «aprovecha el día». Esta sentencia, que aparece por primera vez en un verso de la Oda I,11, recoge uno de los principales impulsos del ser humano: el de vivir el presente sin prestar atención a lo perdido, pero tampoco a lo que está por venir. «Mientras hablamos», dice el poeta, «huyen desconfiados los años: aprovecha el día, y no te creas mucho todo eso del mañana». Esta idea del presente continuo como única garantía del vivir aparece en otros muchos poetas de la Historia, como Omar Jayam y su Rubaiyat, pero nunca formulada con tanta precisión como por Horacio.

 
Y es que la precisión en el arte poética es otra de las ideas clave para comprender al poeta romano. El propio Horacio se autodefinió como el «poeta abeja», en contraposición al griego Píndaro, al que llamó «poeta cisne» en la Oda IV, 2. Mientras que la expresión poética de Píndaro es amplia y desparramada, épica, incluso despampanante, Horacio prefirió una escuela en la que la poesía es un delicado trabajo de orfebrería, como el de las abejas, que se aleja por lo general de la épica para cantar las pequeñas cosas.

   

La poética de Horacio se aleja de la épica para cantar las pequeñas cosas

 

Así nos lo demostró en la formulación de otro de sus grandes tópicos, el beatus ille. Esta máxima se emplea para alabar la vida retirada en el campo, una descripción que ocupa el Poema II de sus Epodos en una larga tirada de versos que más tarde inspiraría a poetas como Fray Luis de León o Jaime Gil de Biedma. Dice así: «Feliz aquel que, alejado del trabajo, como un mortal de los de antes trabaja los terrenos paternos con sus propios bueyes, liberado de toda usura, y no es un soldado al que despierta la atroz trompeta, ni teme al airado mar y evita el foro y los soberbios umbrales de los ciudadanos más poderosos». Estos versos tan poderosos, que podemos rastrear hasta el movimiento cottagecore, describen un estilo de vida que ya el propio Horacio define como «a la antigua usanza», alejado de la ciudad, de la guerra y de sus problemas.

No está sin embargo exento de ironía: al final del poema, descubrimos que los versos forman parte del diálogo de un usurero que, después de alabar la vida alejada del mundanal ruido, se marcha a buscar más usura y más negocio por las calles de Roma. El poema termina de esta manera: «Cuando el usurero Alfio hubo dicho esto, futuro campesino como era, cobró todo su dinero de las Idus y buscó nuevos préstamos en las calendas». Así, este final lleno de sarcasmo puede ser interpretado como una crítica a los ricos que solo en apariencia buscaban el retiro ideal en el campo, como los urbanitas que en el siglo XXI idealizan lo rural y la vida retirada, especialmente después de la pandemia de covid-19.

La moderación fue otro de los aspectos clave de la filosofía vital de Horacio, que, si bien defendía eso de «aprovechar el día», pedía también hacerlo con cierto gusto y distancia. «Recuerda: has de conservar la misma perspectiva en tiempos duros, y no dejar que la insolente alegría la gobierne en tiempos buenos, Delio, que has de morir», le dice a su interlocutor en la Oda II, 3. La aurea mediocritas, «dorada mediocridad», formulada en la Oda II, 10, resume en dos palabras ese ideal de medianía deseable, de tranquilidad ante los vaivenes provocados por el exceso: «Aquel que se deleita en su mediocridad dorada, no se preocupa de las miserias de un techo que se derrumba, porque es seguro, ni de palacios que dan envidia, porque es sobrio».

Con todo, y a pesar de su moderación, Horacio fue un poeta seguro de sí mismo y de su trascendencia. Su propia conciencia de las contradicciones y de la volatilidad de la vida no impidieron que, ya en vida, escribiera sobre el poder de sus versos y el papel trascendental que pensaba que iban a tener y que, de hecho, han tenido en la literatura universal. Non omnis moriar, «no moriré del todo», es otro de los grandes tópicos latinos formulados por Horacio en su Oda III, 30, donde afirma que con su obra ha erigido «un monumento más eterno que el bronce y más alto que el regio lugar de las pirámides».

Este poeta excepcional, reconocido en vida por sus contemporáneos, supo poner palabras a algunos de los sentimientos humanos más primigenios, con un estilo y un vuelo poético cuidados que lo hicieron eterno. ¿Podría haberse imaginado Horacio, incluso al escribir eso de «no moriré del todo», que 2.000 años después seguiríamos inspirándonos con sus versos? Si dentro de otros 2.000 se seguirá apreciando el arte del poeta romano es una cuestión que no nos importa. Es nuestra prerrogativa y nuestro privilegio poder aprovechar el día y leerle hoy. En sus propias palabras: ¡carpe Horatium!

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