Ahora. Ahora. Piensa en una campaña ganadora

Rápido.
¿Qué campaña ganadora te viene a la mente?
¿En cuál piensas?
Una que asocies con éxito, triunfo, victoria.
Esa misma.

Esa campaña en la que piensas tiene unas pocas características decisivas.

Un cuarto de guerra organizado y potente. Una hoja de ruta muy clara. Encuestas bien hechas. Alianzas políticas sólidas. Buena capacidad de negociación. Manejo estratégico de los tiempos. Un mensaje fuerte. Y una estrategia definida.

Eso es.
No lo pienses más.

Ahora imagina que esa campaña no tiene un cuarto de guerra. O que está mal integrado o mal dirigido.
Imagina que la hoja de ruta no existe y que cada día todo comienza de cero.
Que las encuestas no dan herramientas para la acción.
Que las alianzas políticas no existen o son muy débiles.
Que las negociaciones fallan.
Que las tareas no se hacen en las etapas y en los momentos correspondientes.
Que el mensaje no es convincente.
Que la estrategia se esfuma ante las variantes tácticas de cada día.

¿Qué tienes al imaginar todo eso?
Pues una campaña perdedora.
Derrota.

En conclusión.
Las campañas ganadoras y las campañas derrotadas se parecen en muchas cosas. Pero se diferencian en unas pocas variables que son las que más tienes que cuidar y cultivar.

¿Dominas plenamente y con seguridad esas variables?
Solo tú lo sabes.